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3 de enero de 2011

Año Internacional de los Bosques


“Todos los días oímos clamar por la destrucción del arbolado y ponderar la necesidad de repoblar los montes, a fin de prevenir las sequías y las inundaciones. Cuando estas devastan las fértiles y risueñas vegas de Zaragoza y de Valencia, el clamoreo sube de punto, las peticiones menudean, los consejos brotan de todos los labios sin darse punto de reposo; pero pasada la hora de peligro, nadie se acuerda de la tierra arrastrada por los torrentes al Océano, ni de los campos reducidos á estepa, ni de las familias de labradores convertidas en familias de mendigos,…”


"Los niños y el arbolado". JOAQUIN COSTA (1846-1911)

El 31 de diciembre de 2007, José Luis Rodríguez Zapatero, casi al final de su primera legislatura, vestido, o mejor disfrazado, ideológicamente de militante ecologista y defensor de los pobres, avanzaba la propuesta de plantar 45 millones de árboles entre los años 2008 y 2012. Como si hubiera leido  “El arbolado y la Patria” del escritor aragonés Joaquín Costa. La propuesta, como casi todas las que anuncia o desvela nuestro presidente del gobierno, con frecuencia, grandilocuentes, alocadas, vanas, ligeras de contenido y excesivamente optimistas, se incluyó en el programa electoral del PSOE que comprometió a este partido con los españoles en los siguientes comicios, con la obligación contractual, piensa uno, de ejecutar el plan entre 2009 y 2012.

Como otras muchas, aquella idea o previsión quedó en agua de borrajas, sin duda por culpa de la poca importancia que le concedió el presidente a su promesa. Y sin duda, ha ratificado, con su dejadez, las proféticas palabras de Costa, escritor contemporáneo de Silverio Lanza y que puede y debe catalogarse como socialista. Nadie sabe qué pasó con el compromiso ecológico, aunque fuera simbólico, que trascendía del afán reforestador de ZP y su grupo de científicos y expertos ecologistas. Es muy probable, que tras derrochar miles de millones en hormigón, ladrillo y asfalto en todos los municipios españoles, ahora se culpe a la crisis económica de la falta de recursos para incumplir una propuesta que suponía, según el partido en el gobierno y los citados expertos, un gasto de 90 millones de euros. ¡Qué barato repuebla los montes el gobierno! Desconocemos si el presupuesto anunciado incluía la mano de obra, la maquinaria, el riego, el mantenimiento de los plantones u otras acciones necesarias o solo se tuvo en cuenta la adquisición a de los palitos… Pero, con la calculadora en la mano, se nos antoja una tarea titánica; se trata de plantar un árbol cada tres segundos, durante toda la legislatura, con solo dos euros de presupuesto por unidad forestal ejecutada. Barato, sí señor.

Así, de esta manera, ya en la recta final de la legislatura, con un gobierno obnubilado por las dificultades y la complejidad de la economía, dejando a un lado el problema de la deforestación del territorio nacional y las emisiones de CO2, con la vista puesta en otros problemas más acuciantes, llegamos casi al final del plazo sin plantar un pino. Y así estamos, entrando en el año 2011, declarado por la ONU como Año Internacional de los Bosques, con los deberes sin hacer, y con muchas posibilidades de que esta celebración pase sin pena ni gloria por el calendario del gobierno y del resto de instituciones del estado español.

Hay que tener en cuenta que el Plan de este inconstante “robín de los Bosques” que nos gobierna era una simple declaración de intenciones, un gesto simbólico que debía suponer un punto de inflexión para una acción más clara y eficaz contra la desertización del país. Se trataba, sencillamente, de plantar un árbol por cada español. ¡Cuán poca sombra iba a aumentar! Será que no podremos, ni siquiera, echar la siesta a la sombra de un par de nuevos algarrobos. Las enciclopedias, o mejor google, si se prefiere, “vademécum” del conocimiento rápido y moderno, sugieren que la masa forestal de España está formada por unos 120.000 millones de árboles y arbustos de cierto porte. Piénsese que la propuesta del partido en el gobierno suponía acrecentar solo un 0,3 por ciento la escasa mancha verde de este territorio nuestro que se observa desde el espacio, última demarcación fronteriza, casi, con el arrollador avance del color amarillo del desierto.

La Comunidad de Madrid, al contrario que el gobierno nacional, si está cumpliendo las previsiones de reforestación. Desde el año 2003 se van a implantar, en todo la región, 15 millones de árboles y arbustos, casi tres por madrileño, consiguiendo así los objetivos del plan. En la zona sur de Madrid, el gobierno regional lanzó el llamado Bosque Sur, un total de 900 hectáreas dedicadas y calificadas como zonas verdes arbóreas, que incluía la mejora de espacios verdes, su adecuación y ampliación, así como el desarrollo de nuevas zonas forestales, en un territorio salpicado de manchas verdes que corre parejo a esta parte sur de la M-50, llamado metafóricamente el cinturón rojo de Madrid y que Esperanza Aguirre se ha empecinado en convertir en abrazadera o cinto azul con manchas verdes.

Cierto es que la Comunidad de Madrid se comprometió a plantar unos 200.000 árboles en la zona sur Madrileña y lo va cumplir. Sin embargo, ese número de plantaciones es exiguo e insuficiente para la población de esta comarca madrileña, parvo y desproporcionado si se compara con otras zonas de la región o mezquino si nos remitimos a la necesidad de recuperar el deteriorado territorio que nos rodea. La Comunidad de Madrid va a cumplir con el objetivo perseguido de plantar alrededor de un millón y medio ejemplares por año con un presupuesto de casi seis euros por unidad. Los árboles y arbustos son, no debe ser de otra manera, autóctonos: madroños, alcornoques, encinas, fresnos y quejigos, entre otros.

Quién duda que algunas de las ideas de Joaquín Costa, plasmadas en las obras citadas en el último cuarto del siglo XIX, siguen vigentes y nos sirven como si se hubieran escrito hace un par de décadas. Es necesario, más que necesario imprescindible, que las instituciones y los ciudadanos se conciencien de la necesidad de repoblar nuestros montes, los campos improductivos, los barrios, los jardines, las lindes de las carreteras, los polígonos industriales y, así, además de procurar nuevas zonas arbóreas, cuajar con árboles cualquier resquicio que deje el hormigón y el asfalto.

Si el estado central y la administración autonómica pueden, y deben, fijar recursos en cuantía suficiente para reforestar la patria, los ayuntamientos deben esforzarse en superar, como asignatura pendiente, la planificación del territorio, sumando a las zonas urbanizables, equipamiento, incluso a las zonas verdes, los puntos o zonas susceptibles de incorporarse como masas forestales a iniciativas como la de Bosque Sur o a proyectos propios que consigan modificar de nuevo un paisaje arrasado por la acción económica y urbanística.

Desde esta perspectiva, nos parece importante la iniciativa, por fin cuajada, de la Junta de Compensación del Bercial y del Ayuntamiento de Getafe, descartados y olvidados los proyectos absurdos y extemporáneos como las esculturas de las Hormigas o la estatua del inca Rumiñahui, para la ejecución de un Jardín Botánico Forestal en el caballón de tierras que separa este moderno barrio con la carretera de Toledo y dos géiseres en la laguna de tormentas. A cambio de la rotonda planificada en el proyecto de urbanización entre la A-42 y la “rotonda del Trinaranjus” (Mac Donald), frente a la salida del parque de bomberos, y que la Dirección General de Carreteras no autorizó, se ha confirmado la ejecución del proyecto de ampliación forestal de ese parque lineal con 11 ejemplares de 150 especies distintas, además de 2.500 pinos. La pena, es que algunas especies, oriundas de climas más cálidos, las alóctonas, además de ser caras no sobrevivirán en un lugar tan expuesto a los vientos, a resecos veranos y difíciles inviernos. De todas formas, nos gusta. Podría ser, si cabe, el comienzo de una política forestal en el término municipal de Getafe. Incluso se podría llamar, tómese como propuesta, Jardín Botánico y Forestal Padre Faustino, en homenaje al botánico y naturalista escolapio.

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