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13 de noviembre de 2009

La invasión de las cotorras argentinas

Y no se trata de ninguna delegación de periodistas deportivos argentinos ni del grotesco Pelusa parloteando insultos a los "plumillas". Se trata de otra plaga que viene del país suramericano. Y que se transmite con la inocencia de las mascotas que se regalan a los niños y a los viejos. Un pájaro que puede aprender palabras. ¿No recuerdan el loro de la calle Madrid, ese que gritaba como poseído la única palabra que le había enseñado su dueño y que se refería, de mala manera, a la madre de todos los viandantes. ¿Quién sería el hijo-de-su-madre?

Mariano García me lo ha apuntado. Evoca, como buen escritor, un argumento más sólido y divertido que la mera observación que hacíamos en el último artículo insertado en este blog sobre la plaga de palomas. Quien se pasea por la Plaza de España [Getafe], entre chopos, abetos y pinos, puede percatarse de esa especie de guerrilla aérea entre las palomas y otras aves que vuelan en pandilla a gran velocidad, aleteando constantemente, gritando y graznando de manera endiablada. La palomas esquivan el abeto en el que se refugian y han construido los hangares esa reducida, pero agresiva, escuadrilla de pájaros de vistoso y colorido plumaje; las palomas evitan acercarse y planean en círculos para acercarse a la fuente en la que se lavan y sacian la sed.

Son una colonia de Cotorras argentinas, o cotorritas (de nombre científico Myiopsitta Monachus ) que miran a las palomas con la actitud y el celo de severos guardianes del que consideran su territorio. Este ave, de la familia de los loros y procedente de américa del sur (Argentina, Bolivia y Brasil), se ha instalado en grandes ciudades como Barcelona, Lérida y Madrid (en la Casa de Campo se han llegado a contabilizar hasta cien nidos de estas cotorras. Las aves han llegado a nuestro país como mascotas. Muchas de ellas, como pasa con cualquier otro tipo de animales de compañía, han acabado en la calle por las molestias y los graznidos de los pajarracos. Están consideradas como una especie invasora de gran impacto medioambiental y muy agresiva con las especies autóctonas.

En Nueva York están tan extendidas que existe, incluso, un blog que recoge multitud de fotografías, vídeos y que llegó a proponer, no les parecía ninguna locura, a uno de estos pajarracos para el cargo de presidente de Estados Unidos en sustitución de mandamás americano. Finalmente fue una paloma (negra) la que sacó a la extirpe de los Bush de la Casa Blanca.

Las cotorras argentinas se han adaptado a jardines y a zonas urbanas incluso en un clima como el nuestro, mucho más frío que su lugar de procedencia gracias a la construcción de grandes nidos "bioclimáticos" con ramitas entretejidas que pueden llegar a pesar cincuenta kilos con el peligro consecuente para los peatones. Son aves altamente gregarias, incluso más que las palomas. Los nidos "coloniales" que construyen en árboles o en torres eléctricas o de telecomunicaciones tienen divididas las estancias, todo un lujo de estos arquitectos y constructores volátiles; una para los huevos y los polluelos, y otra para los adultos.

Cada pareja de cotorritas pone de 5 a 8 huevos que incuban durante 26 días. Los expertos creen que en una fase inicial la colonia se duplica cada dos años, construyendo nuevos nidos. Nosotros hemos contado unos seis u ocho ejemplares que conviven en dos nidos. Cerca de ellos suena la catarata. No es el Paraná. La fuente de los platos de Plaza España escurre el agua con borboteante sonido. Los pájaros extrajeros, emigrantes ilegales -al fin y al cabo- están a gusto, se han hecho un hueco ahí, al principio del barrio de Juan de la Cierva y, parece, que no haya nadie, ni fiscal ni juez, que los expulse de su nuevo domicilio y repatríe a su pais de origen..

De momento, a la vista del número de ejemplares, no parece que molesten demasiado. Incluso suenan exóticas, en ese pequeño jardín urbano, las estridencias de sus chillidos al revolotear sobre los tejados cercanos junto a la algarabía infantil que tiene lugar en los juegos que se encuentran un poco más abajo del nido de las cotorras.


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Las fotografías están tomadas el jueves 12 de noviembre de 2009

9 de noviembre de 2009

La paloma de la paz











En las últimas dos o tres semanas he tenido la oportunidad de realizar algunas fotos de palomas en diversos barrios de Getafe. Y parece que hay muchas, casi demasiadas. La colonia más numerosa es la que sobrevuela Plaza de España. Ya antes habíamos anotado que las campanas de la Catedral se habían tenido que proteger con tela metálica para protegerlas del ácido úrico de las cagadas de este ave. Las palomas son, además de símbolo de la paz, la libertad y la armonía, una auténtica plaga en muchas ciudades. A pesar de ello, muchos ciudadanos y ciudadanas se prestan a al altruista labor de alimentarlas con restos de pan y diversos granos. ¡Pobres e ignorantes "sanfranciscos", protectores de animales urbanos, que engordan a esos bichitos que los expertos consideran como auténticas "ratas del aire".

Las palomas son animales gregarios y monógamos. Las colonias aumentan a un ritmo vertiginoso, como una progresión geométrica. Cada pareja de palomas tiene, un par de veces al año, cinco huevos. A los pocos meses, cada nuevo individudo se empareja de por vida y empieza en ciclo; cada año, diez hijos, y así, hasta que la curva de crecimiento de la colonia se estabiliza. Los nuevos miembros de la colonia, empujados por la presión física y la falta de recursos, emigran para iniciar nuevas colonias.

Además de los costes económicos por el deterioro urbano y la limpieza, estas pacíficas y ruidosas aves son portadoras de graves enfermedades como la ornitosis-psitacosis, (causada por la bacteria Clamidia psitaci), la salmonelosis (por la ingestión de alimentos contaminados por heces de paloma), la fiebre del Nilo Occidental (provocada por virus) o la histoplasmosis o la criptococosis (contagiadas por hongos). Al mismo tiempo, los expertos las señalan como causantes de otro tipo de enfermedades no infecciosas, como las alergias a los ácaros o ectoparásitos que se alojan en las plumas de las palomas.

Hay que echarse a temblar. Pensemos que cada "bichito" defeca la nada despreciable cantidad de diez kilos de su ácido excremento al año. Calculen, calculen... Dos palomas por dos, cuatro; por cuatro, dieciséis... Cada pareja de palomas se convierten en doce individuos a los seis meses; en setenta y dos al año, casi dos mil al cabo de los dos años, ... por diez kilos de cagadas, ... ¿Cuánta mierda de paloma aguantarán nuestras calles y nuestros tejados?