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28 de febrero de 2017

Los dos policías y los 25 barrenderos de Getafe


Hernández 'mirando al cielo' contra los despidos de Soler. Fotografía original: Portal del Sur


Los dos policías locales condenados por un delito de homicidio consumado y otro en grado de tentativa ingresaron en la cárcel de Estremera el pasado día 20 de febrero para cumplir 3 años y 9 meses de prisión. Hasta ahí la noticia sin aditamentos, sin valoraciones. El Tribunal Supremo rebajó a los dos agentes la condena [y absolvió a un tercero] de los quince años a los 3 años y un embarazo. Tras esta decisión, la condena es firme y no cabe apelación jurídica. Solo queda pendiente el posible indulto como un recurso arbitrario —no para el que pide el beneficio—  anacrónico, injusto con las víctimas y propio de regímenes autocráticos o absolutistas. El indulto lo otorga el Rey a propuesta del ministro de Justicia y del gobierno como una medida de gracia. Es, al fin y al cabo, un recurso legal discrecional, establecido para perdonar el delito como si solo fuera un pecado contra los mandamientos de dios. ¿Se puede remitir un homicidio? Habrá  casos y casos, pero en todos, habrá que preguntárselo a los familiares de la víctimas.

El ingreso en prisión de los dos agentes responde a la ejecutoria de la sentencia dictada  por la Audiencia Provincial, que además exige al Ayuntamiento inhabilitar a los dos policías; eso supone, —cualquiera podría deducirlo—, que el Ayuntamiento de Getafe deberá expulsar del cuerpo a los que muchos  consideran y tachen como héroes.  Y, ciertamente, hay muchos agentes que lo son, casi de forma anónima, sacrificada, velando como ángeles custodios por los ciudadanos, bregando en riñas, soportando a los violentos  o a los borrachos, jugándose la vida,... sí; pero no jugando con la vida de los ciudadanos, nunca, aunque a simple vista tengan mala pinta o se sospeche de manera absolutamente errónea de un secuestro... Una fantasía propia de película americana. Menos  mal que no había ninguna persona en el maletero. Lo más seguro es que habría sido una víctima también de la balacera que se gastaron los 'hombres de harrelson' getafenses. Y poco pasó para lo que podía haber ocurrido. Descerrajaron 13 tiros [recogieron trece casquillos] contra los dos ocupantes de un vehículo en una calle de   Madrid a las 11,30 de la mañana sin ningún riesgo para ellos según ha constatado el Tribunal. Como si fuera un ejercicio de tiro.

Sin embargo  no queremos dirigir esta reflexión a la  tragedia que viven los municipales condenados y sus familias o a la de sus víctimas sino a valorar las declaraciones del edil de Seguridad del Ayuntamiento de  Getafe, Herminio Vico con motivo del encarcelamiento y su relación con otros sucesos del municipio. Sus palabras, seguramente, responden al pensamiento colectivo del gobierno local. No sin aprietos, Vico aseguró que ese grupo tan espabilado de ediles que [des]gobierna el Ayuntamiento está a la espera de recibir el auto para su estudio; no ellos, claro, los abogados del Consistorio, para no meter la pata. No ha sido capaz de concretar, a la espera de que los servicios jurídicos municipales analicen la sentencia, si los dos policías locales serán inhabilitados o expulsados; y si en el caso de que fueran indultados —como se prevé—, se les vaya a readmitir o no.  Enorme duda la que mantiene al edil en ascuas. «Depende de cómo esté dictada la sentencia», ha concluido. Qué sabiduría atesora este edil. Y así lo ha  mostrado al mundo sin sonrojarse ni por asomo, solo tartamudeando ideológicamente.



Pero, vayamos más allá y consideremos en nuestra exposición —mezclando las churras y las merinas—, el asunto de los despidos de Lyma. Pensará el lector que este tema no tiene nada que ver con el desarrollo del artículo, al menos hasta este punto; o sí, según se quiera mirar. El responsable de la Empresa Municipal de Limpieza, el mismo Gobierno local al fin, el mismo pensamiento 'social', no ha tenido duda alguna en el caso de las facturas falsas. Aunque no hay sentencia, ni se sabe a ciencia cierta si existe denuncia penal contra los empleados de Lyma, la alcaldesa y su delegado los han calificado un par de veces como delincuentes, sin ninguna presunción, y los han despedido de manera fulminante. Es terrible la justicia, casi bíblica, de Sara Hernández, de la ginecocracia getafense y de su responsable de limpieza (ahora, también humana). Claro, no es lo mismo enfrentarse al corporativismo de la Policía Local que al necesitado e insolidario 'ejército de barrenderos'. Quizás con Juan Soler se hubiera convocado una huelga general en Lyma. La falta de consideración, de humana sensibilidad, y el maltrato a los humildes, moleste a quien moleste, es evidente en este caso y no resulta positivo. Acariciamos, con el afecto y la simpatía, a los homicidas y sacudimos patadas terribles a veinticinco parias sin futuro. Sin sensibilidad social, sin pudor ni higiene mental. Y qué decir de la presunta ideología. Nada de nada, de eso nada, señoras mandamases o mandamasas.

La vara de arrear, no ya la de medir, en Getafe se utiliza con distinto grado de dureza y de actitud; flexible de avellano, forrada con algodones, para los agentes condenados; endurecida de naranjo agrio, con púas y aguijones, a los barrenderos y barrenderas. Que destino tan fiero el de los pobres y humildes. ¿No parece este episodio la venganza de Doña Sara? ¿Habrá algún episodio inédito [en Lyma] que explique la dureza de de su [corazón] decisión?

Parece que la alcaldesa no recuerda cuando al frente del PSOE, siendo oposición al gobierno de Juan Soler, se encerró durante días en el Ayuntamiento para... protestar contra los despidos del alcalde popular. Albricias. Antes sí estaba en contra de los despidos en el Ayuntamiento. Ahora, los despide ella. Qué desmemoriada es. Por eso pretende que impere el olvido en la vida y en las gentes de este pueblo; nada anterior al año 2015 ha existido de verdad; o lo quiere pensar ella. El problema es que 'san google', a pesar del derecho al olvido que pretende aplicar la primera edila, tiene presta su hemeroteca para recordarnos la imagen de la vergüenza. Sara Hernández se encierra contra los despidos de Juan Soler. De los ediles que aparecen en la foto, hoy,  solo el exalcalde y exconcejal Pedro Castro sigue en la misma posición, erre que erre, contra los despidos, aunque  en este momento sean una decisión política de su entonces querida pupila, luego sorprendente traidora y, hoy, enemiga acérrima, Sara Hernández.

El caso de los policías también ha tenido su enseña publicitaria colgando  de las dependencias municipales anexas al edificio consistorial en la misma Plaza de la Constitución. El lazo se ha exhibido como reclamación de justicia para los dos, o tres agentes condenados inicialmente.  Ya se ha repartido Justicia. No a gusto de todo el mundo; ni de los homicidas ni, claro está, de los familiares de la víctima.

Mientras, justo debajo de la pancarta negra de la policía, a la sombra de la torre, expuestos a las turbulencias que nublan de injusticia el despacho de la alcaldesa,  se desgañitan los desgraciados barrenderos pidiendo pan y, quizás, piedad.

El edil de seguridad, en su vano intento de avanzar sin tropezar, ha puesto la venda antes de la pedrada. Su falta de criterio o, posiblemente, el miedo al corporativismo de sus subordinados, le hace expresar sus [falsas] dudas y titubear como máximo responsable de la policía local. Las declaraciones, no confíe el edil en su discreción política, solo han mostrado sus carencias y la facilidad que tiene para excretar su incapacidad envolviendo el problema con equívocos y malentendidos. Hay que esperar, prever si así lo aconsejan los servicios jurídicos, la posibilidad de readmitir a los homicidas. ¡Qué terrible duda! Es el propio Gobierno local el que ha puesto en la balanza de la justicia social el caso de los policías y el de los empleados de Lyma.

Lo mismo, o incluso menos grave, es matar [injustamente y sin querer, suponemos] a un hombre que defraudar [injustamente y queriendo, también suponemos] doscientos o quinientos euros... Las decisiones de Sara Hernández vienen a demostrar que lo peor que hay en este pueblo es el latrocinio de esos veinticinco pillos y la herencia del PP; no hay ningún problema en considerar el reingreso en la plantilla municipal de dos hombres condenados por homicidio llegado el caso del indulto. Esa medida de gracia no quita el delito. Perdona, pero no borra la memoria.

A los de Lyma, que se los lleve el diablo. No hay remisión, ni perdón, ni piedad, ni indulgencia, solo basura. Que se vayan a... —no piense mal el lector— ,.. a servicios sociales.

¿A dónde hemos llegado? A Getafe, amigo.  Algo huele mal aquí, en esta dinamarca, como susurra el centinela en la tragedia de Shakespeare antes de que aparezca el fantasma del rey;  una expresión que sirve para expresar lo que no funciona [políticamente hablando]. Getafe es, ahora, un lugar inhóspito y su gobierno, el más sectario de la democracia; son tiempos duros, de oscurantismo político y mediocridad intelectual, pero es lo que hay.