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22 de marzo de 2015

Todo 'por' Getafe, pero 'sin' Getafe



A muchos de los que hemos vivido, por suerte o infortunio, en una ‘casa cuartel’, el uso de la preposición ‘por’ agregada a un lugar físico o imaginario nos lleva inmediatamente al umbral, sobre el vano del portón de entrada y al lema que mantenía el orgullo y la disciplina de los miembros del cuerpo: ‘Todo por la patria’; todo por ella, pero sin ella.

Es la misma sensación que nos queda de ese ‘invento político’ que se autodefine como ‘agrupación de electores’ como muestra de su rechazo a los partidos políticos cuando, ciertamente, son solo una ‘agrupación de elegibles’ con el objetivo inevitable de hacerse lo que ellos llaman casta. De hecho, ya lo son. Desde el mes de enero cuando se intentó lanzar la plataforma ‘Ganemos Getafe’, empezaron los problemas técnicos y políticos para articular algo que no es eso es sí mismo. Una máscara, una ‘marca blanca’ como las que utiliza el capitalismo, que oculta la verdadera dimensión, ideas y proyecto de Podemos, el partido político de Pablo Iglesias. Ciertamente Podemos puede hacer esto o lo que quieran sus dirigentes, cambiando el color de sus principios y transformando lo que era una linea roja en una naranja, como denunciaba el POSI . «¿Es esta la nueva forma de hacer política que se nos anuncia? Pues en las formas se parece mucho a las viejas formas que todos hemos criticado. No podemos estar toda la vida apelando a la democracia, a las listas abiertas, a las primarias…… y a las primeras de cambio saltarnos toda norma democrática y acabar con un proceso que, recordaos, Podemos no empezó..»

No son pocas las muestras de ‘dirigismo’ de los máximos responsables de la organización ‘berenjena’, de su desinterés por el debate y de las repetidas faltas de democracia interna, lo que conduce inevitablemente a la ausencia de esta. Y eso, sin ostentar ni una pizca de poder. La democracia es lo que menos le interesa a este proyecto. Todo ‘por’ Getafe (podría ser con a, ante, bajo, cabe, de, desde, en, entre…), pero es ‘sin’ Getafe. Sencillamente se trataba de poner un nombre a unas espectativas electorales; solo un nombre sin contenido ni programa, arropado solo con eslóganes más o menos populistas e inútiles, en general, como pautas de gestión. Por Getafe, simplemente, sigue las pautas defininidas desde el entorno de Pablo Iglesias, el demiurgo y cabecilla de esta eucaristía dispone a su antojo el discurso que conviene en cada momento.

Las redes sociales utilizadas en el ámbito de la política tienen sus ventajas y sus inconvenientes. Los creyentes en facebook o en twitter, esperan que los juncos que entreteje la tecnología entre personas —en su mayoría desconocidos entre sí, haga milagro del cambio o la revolución. Es solo una ilusión cuando la mayoría de la tecnología avanza a un ritmo que la hace inalcanzable para la mayoría de la población, ese pueblo al que todos los demagogos quieren salvar. Muchos vecinos envejecen, y mueren sin algo tan básico al día de hoy como un correo electrónico. Sin embargo, la participación en Podemos o su marca blanca, Por Getafe, está basada y supeditada a ese ligero inconveniente. No hay militantes, ni simpatizantes registrados. Cualquiera, presuntamente, puede ser elector y elegible. Solo hay que aportar el dni y acreditar que se vive en Getafe. Si además tienes 200 amigos (de verdad) en las redes sociales

Los adalides de la participación ciudadana, como se arrogan los creyentes de Podemos son los primeros que procuran inconvenientes y dificultades para desarrollar ese concepto en el que basan su alternativa. No hay participación real.

No hace falta afiliarse, ni pagar cuotas. La implicación de los electores e mínina. Vivir en Getafe, tener correo electrónico y ‘ceder’ los datos personales al partido de Pablo Iglesias. Cualquiera, incluso los afiliados al PP, al PSOE, a IU o a Falange Española puede votar a los candidatos. Es un disparate ‘bolivariano’ más propio de países en los que solo hay un partido que en una democracia estructurada en base a la libertad de credo, pensamiento y asociación.

A pesar de las ínfulas que muestran desde los distintos canales, gratuitos como las redes sociales, la web, o folletos impresos, apropiándose como únicos titulares y poseedores de la honestidad, de la transparencia y de la participación, —contra la ‘demás ralea’— empieza a cuajar como un fiasco a las primeras de cambio; todo es una pantalla, una mentira piadosa, que se extiende en el boca a boca y en denuncias en las redes sociales.


Un pacto entre candidaturas


A las primarias para elegir candidato a la alcaldía, —y al resto de pretendientes al cargo de concejal—, de ‘Por Getafe’ se han presentado tres opciones. La primera está encabezada por Ana Lletjós Llambías, una candidata ‘dirigida’, y designada por el ‘dedo, no divino por supuesto’ y, sobretodo, difuso de Podemos Getafe, el grupo que ‘parte el bacalao en esta ensalada política. Ana Lletjós Llambías, desconocida en los ambientes políticos, es una sindicalista de UGT que trabaja en la Agencia Local para el Empleo y la Formación (ALEF), organismo autónomo del Ayuntamiento de Getafe.

La segunda opción está encabezada por Vanessa Lillo, ex militante de IU y protagonista de la reciente escisión en IU Getafe y del último caso, en las postrimerías de la legislatura, de transfuguismo. El comité local de la coalición ha iniciado los trámites para su expulsión de la organización por presentarse a las primarias de ‘Por Getafe’ siendo, como era, candidata de IU Getafe. Está claro, sin embargo, que el movimiento de la todavía edil de Izquierda Unida no fue un salto al vacío. El tercer candidato, descolgado de la lista de Podemos, ‘vetado’ por los exmilitantes de IU, aislado en este mar de ‘participación’ es Roberto Carlos Benítez de Lucas, presidente de la Asociación de Vecinos Nuevo Bercial (Nuber). Roberto fue cargo de confianza de Pedro Castro, un pasado que le clasifica, a la vista de los puristas, como casta. A Roberto lo mataron (repetimos, siembre en términos políticos) el mismo día que a Julio Cesar: los idus de marzo; y, para colmo de desdicha, en el ‘agora’ getafense.

Tras acabar el plazo de presentación de aspirantes a candidato a alcalde, el 12 de marzo, se abrió un periodo de dos días para añadir una lista de ‘candidatos a concejal’. Así, ‘Podemos’presentó a catorce nombres acompañando a Lletjós. Vanessa Lillo agregó a su lista a seis miembros de la facción que la sigue desde Izquierda Unida. Por su parte, Roberto Benítez que aspiraba en un principio a integrarse en la lista de Podemos, sin éxito, ha acabado más solo que la una. Los problemas de Roberto para ‘colarse’ en la candidatura de Podemos Getafe se han visto agudizados tras el acuerdo secreto entre las otras dos candidaturas para pactar una lista ‘integradora’. En un principio parecía imposible que existiese un acuerdo para ‘pastelear’ la lista. Sin embargo, el reducido número de integrantes de las dos candidatura preponderantes conduce inevitablemente al cambalache o, dicho de una manera más política y elegante, a lo que define su ideario como proceso de confluencia, lo cual conduce irremediablemente al reparto de los tres o cuatro primeros puestos, los que tienen, según las encuestas, alguna posibilidad de resultar elegidos.

En total, juntando a todos los candidatos, suman quince de Podemos, en la que por otra parte se integran miembros del POSI y de EQUO, siete exIU y un excargo de confianza de Pedro Castro. Además, cada uno de su padre y de su madre, hay otros dieciocho candidatos que no están agrupados en ninguna lista y que cuentan con escasas posibilidades de conseguir alguna de las posiciones de privilegio. Son, sin embargo, carne de cañón, relleno de segunda para la candidatura. Los primeros puestos de la lista ya están negociados o pasteleados entre Podemosy la escisión de IU. Hay que recordar que Vanessa Lillo, aún dentro de IU, formaba parte dela corriente representada a nivel regional por la también excandidata de la coalición IU, Tania Sánchez, ahora en tierra de nadie por sus devaneos con la ‘candidatura de unidad popular’ y por su relación con Pablo Iglesias. Vanessa tiene en su bolso casi todas las papeletas para ser la candidata de Podemos Getafe o, en todo caso, la número dos.

Las más graves, como resultará evidente, afectan a las dos candidaturas que cocinan el cotarro de ‘Por Getafe’; se guisan y se lo comen. La lista de Podemos Getafe está encabezada por la barcelonesa de nacimiento pero getafense de adopción, Ana Lletjós, trabajadora del organismo municipal ALEF, que durante un tiempo controló IU. La candidata y su ‘tropa’ se presentaron el día 13 de marzo. Sin embargo, nadie, ninguna asamblea, grupo de simpatizantes, censo de militantes, o lo que se quiera, la ha votado ni ratificado. Es una lista por decreto elaborada por el ‘dedo divino’ como en el resto de partido de la casta, esa ralea que ellos critican con furia. Aquí Podemos, y lo demás cuento. Ningún espacio real de participación salvo los eslóganes y las veleidades informáticas que solo se reflejan en las redes sociales y en páginas web,por otra parte poco accesibles y faltas de trasparencia. Nadie sabe cómo se decidió la lista de Podemos; quién la propuso ni quién la refrendó.

Además del pacto secreto, se han denunciado algunas irregularidades en el proceso ‘democrático’ y espacio de participación que precede a la elección de los candidatos a las primarias. Entre ellas las que afectan a dos candidatos que no han sido admitidos. El primero, Juan Luis Rodríguez, fue desechado por que en su DNI figura un domicilio de fuera de Getafe. Tras ser requerido, Juan Luis Rodríguez presentó el certificado de empadronamiento aunque no le valió de nada. Se le impide acceder al proceso tras una votación de la ‘comisión de primarias’ porque «el volante de empadronamiento no demuestra que estuviera residiendo en Getafe, en la fecha en que realizó su inscripción como candidato a concejal»(cuatro días antes).

Otro caso, nombrado en las actas como Sergio O., se refiere a una persona que se apuntó por internet y que luego no ratificó su intención de manera presencial antes del día 16. Algún gracioso, que siempre los hay, o simplemente una comprobación online para constatar que cualquiera se puede presentar en este batiburrillo de gentes, ideología y credos. Así es. Casi cualquiera.

Sin embargo, el incumplimiento o ‘pecado democrático’ más grave es el que afecta a la propia Vanesa Lillo que se perfila, gracias al pacto, como candidata a la alcaldía por ‘Por Getafe’, valga la preposición repetida. El ‘reglamento de primarias’ elaborado sesudamente por los integrantes de los círculos Podemos Getafe especifica, —aunque no valga para nada salvo para espantar a inoportunos ciudadanos— que «se excluye de la condición de elegible a todas las personas que militen o formen parte de organizaciones políticas que participen en las mismas elecciones municipales en candidaturas diferentes a la de Por Getafe». Blanco y en botella, señor. La exclusión afecta directamente a Vanesa Lillo que, en el momento de presentarse a las primarias de la marca blanca de Podemos, era la candidata de Izquierda Unida Getafe. Además, a día de hoy, mientras sieguen celebrando las votaciones para elegir el candidato de ‘Por Getafe’, es concejal de IU en el Ayuntamiento de Getafe. ¿Eso no es transfuguismo o cómo se llama en términos marxistas?

Tras esta doble candidatura, el Comité Local de IU ha procedido a iniciar los trámites para su expulsión y ha pedido su acta de conceja, solicitando al Ayuntamiento que en el caso de que no la entregue, la incluya en el grupo de los ediles no adscritos junto a José Luis Morato. Además la ha tachado de tránsfuga. La casta, o la ralea que dicen los de Podemos como si fueran vírgenes y puros como las nieves del kilimanjaro, ya ha empezado a pegarse para obtener o seguir en el sillón que otorga una porción de poder y, sobre todo, los emolumentos que provienen de los presupuestos públicos.

En la competición sigue Roberto Benítez, el otro aspirante a proclamarse candidato a la Alcaldía. Continúa aunque en medio de una clara soledad política. Roberto, que fue cargo de confianza con Pedro Castro, no tiene ninguna posibilidad en este tejemaneje urdido en secreto en que se ha convertido la marca blanca de Podemos en Getafe. Además, o sin embargo de estar como el cid campeador, muerto sobre el caballo, le han dedicado, diseñado y distribuido un panfleto anónimo titulado elberzas para ‘acabar con él’. No hacía falta tanto dinero; ni tantas páginas. Sus amigos y camaradas de Podemos le han acuchillado (políticamente, siempre), en secreto, por la espalda. Es un personaje molesto, agrio, más vehemente y agresivo de lo que debe. Un auténtico ‘tocacojones’ que no ha sido capaz de integrarse en ningún partido y que lleva camino de salir ‘trasquilado’ tras esta su última aventura.

Podemos Getafe asegura en panfletos, facebooks y webs que «es un equipo sólido, plural, cohesionado y competente para ganar las instituciones y recuperarlas para la gente. Nos proponemos abordar un proyecto político diferente en base a ideas fundamentales que correlacionan con los derechos humanos, la regeneración democrática, la defensa de los servicios públicos y la apuesta por una recuperación económica en favor de la mayoría social,…». Bla, bla, bla

Mucho ‘bla’ y poca democracia. Suena a ‘bolivarismo barato’, a ‘dictadura chavista’, a cantos —no de sirena— de gallina clueca, a vecinos nuestros nacidos sin el pecado original, de los que se arrogan todas las virtudes y desprecian a los que no piensan como ellos por el simple hecho de discrepar y que, a pesar de su ‘amor’ y su preocupación por las necesidades de la gente, no les afecta el dicho latino que atribuye a todos los hombres la propia condición. Nada de lo humano me es ajeno. Todo por Getafe, pero sin getafe.

9 de marzo de 2015

Estado de excepción política



Desde las últimas elecciones europeas, España vive en una especie de estado de excepción y convulsión política permanente. Los síntomas nos dirigen hacia la perspectiva de un nuevo orden, aunque ello no suponga ni por asomo una revolución. A pesar de la irrupción de Podemos o de Ciudadanos no hay indicios de nuevos proyectos cargados ideológicamente. Solo disfraz y maquillaje. Nada nuevo bajo el sol: «Si queremos que todo siga como está, es necesario que todo cambie». La irrupción de nuevas opciones, entre las que destaca la de Pablo Iglesiasy sus acólitos, no es algo que pueda catalogarse de novedoso en política. El siglo XIX y el XX están llenos de ejemplos parecidos.

La irrupción de esta opción política, a la que hay que sumar la del partido de Albert Rivera, deberíamos catalogarla como ‘gatopardiana’ aunque no se hable de clases sociales sino, quizás, de un necesario relevo generacional en la clase política. Los partidos emergentes gracias al cansancio de la ciudadanía con ‘el más de lo mismo’ que durante décadas han protagonizado el PP, por un lado, y PSOE e IU, por el otro. El llamado ‘régimen del 78′ solo está en peligro en cuanto a los protagonistas. Hay que hacer, cinematográficamente hablando, un ‘remake’. Nadie parece estar en la disposición patriótica de levantarse y gritar. ¡Españoles,… España no existe; reconstruyámosla!. Hace falta una España sin corrupción, sin candidaturas de unidad popular como aglutinantes del frente, de la lucha a muerte contra el adversario, reminiscencia de los peores enfrentamientos fratricidas. Una España capaz de afrontar los problemas de los españoles y no solo los de sus políticos o sus bancos.

Pablo Iglesias inició un camino presuntamente revolucionario, heredado del descontento social y del batiburrillo juvenil de los movimientos del 15M. Sin embargo, en la práctica, para acceder al poder, con su viaje necesario al centro, sólo propone alterar la parte superficial de las estructuras de poder, —como una pátina de pintura renovadora—, aunque conservando las mismas estructuras. Después, en caso de acceder al poder podría ser diferente, pero peor. Políticamente, ya está inventado: lo diseñaron Felipe González y Alfonso Guerra en 1974 durante el Congreso del PSOE celebrado en Suresnes, con un partido aún en el exilio, y que se anticipaba certeramente a la llamada ‘transición democrática’.

Para ello el partido de Pablo Iglesias, apenas un movimiento en ciernes, disgregado y desestructurado, cuenta con los mismos mimbres humanos que había antes de su ascensión a los altares de las encuestas y previsiones de futuro, sujeto a todas las debilidades y coruptelas de cualquier grupo humano. Ellos mismos, a pesar de su número reducido y del escaso poder que ostentan aún, son protagonistas de los mismos pecados que la casta, ese enemigo invisible que se mueve y se instala entre los políticos con la misma facilidad que el virus de la gripe. Tráfico de influencias, financiación ilegal, falta de transparencia. Como la ministra y exmujer del alcalde Pozuelo, que no sabía que el jaguar de su marido era un regalo, Tania Sánchez desconocía que su hermano era el adjudicatario de suculentos contratos públicos en el Ayuntamiento de Rivas que controlaba IU y su propio padres. Total, hay que estar o ser tan despistada o tener la cara más grande que la espalad. Ana Mato y Tania Sánchez están unidas por el mismo virus, con sus estornudos y su fiebre, gracias a la miopía simulada y la desfachatez.

El novelista Jean-Baptiste Alphonse Karr, editor de la revista satírica Les Guêpes (Las avispas) escribió en 1849 una de esas frases famosas, precursora de la idea’lampedusista': «Plus ça change, plus c’est la même chose» (Cuanto más cambia algo, más se parece a lo mismo). Los españoles decidirán con sus votos en las próximas convocatorias electores el cambio que quieren y que permite el sistema. Todo parece indicar que el resultado sea, finalmente, la misma cosa. Aunque no es inane la llamada a las conciencias que se produjo con los movimientos del 15M y que ha cristalizado en su beneficio una nueva casta o secta de revolucionarios, descartada su pureza y la honradez de todos sus miembros —por pura lógica—, inexistente su convicción democrática y con unas promesas imposibles de ejecutar en su mayoría.

Esa llamada de atención, lanzada por la urgencia de la crisis, en cuanto a la corrupción galopante que convive con el aumento de la pobreza, las dificultades de los ciudadanos en contra de las facilidades para rescatar bancos, los desahucios de aquellos a los que las entidades financieras animaron a todo y más, contra los recortes sanitarios o educativos, han levantado ampollas en todas las capas sociales y ha obligado a los partidos políticos establecidos en las estructuras del estado a dar muestras aunque de momento sean simbólicas contra el latrocinio de los bienes públicos, el robo y el desfalco de las administraciones. Ningún grupo está exento de engordar, de inflar el censo de afiliados con chorizos, chaqueteros, camaleones ideológicos… Corren los arribistas para colarse en el ‘caballo de troya’ que podría conquistar el poder.

La necesidad de los llamados partidos tradicionales, PP y PSOE, de ‘tomar medidas’ ante la opinión pública en los casos más flagrantes y manifiestos que pueblan el universo corrupto de la política española —no ya para prevenir su aparición— ha servido, además, para liquidar antiguas deudas, desafectos, diferencias políticas y antipatías personales. No diremos que ha tenido un efecto contagio porque sería incierto. Lo que se produce son respuestas reflejas, espontáneas, casi automáticas. Si PSOE defenestra al jefe de la oposición en la Comunidad de Madrid, Tomás Gómez, no por el tranvía, sino porque no es amigo ni cuenta con el apoyo político de Pedro Sánchez, el PP no se queda corto: liquida de un ‘hachazo’ al mismísimo presidente de la Comunidad de Madrid. Y con el mismo argumento e idéntica maniobra. El primero tras aparecer en varias ediciones de El País como responsable de la quiebra económica y política del Ayuntamiento de Parla; el segundo, tras la misma treta pseudoperiodística; El Mundo rescata el antiguo ‘caso del ático’ y González se transforma, sin hacerse público, en un cadáver político, que posiblemente pasará a ‘mejor vida’. El ‘dedo divino’ de Rajoy lo ha mandado al hades de los políticos en activo.

Para enviar a la ciudadanía el mensaje de renovación el PSOE desarticula la estructura de poder de Tomás Gómez con una gestora administrada por antiguos cadáveres políticos; y el PP, casi lo hace también con Esperanza Aguirre. El caso es que Aguirre es mucha Aguirre para el ‘estafermo’ Rajoy —como diría Pedro J. Ramírez— incluso parapetado tras poder que ostenta en el gobierno de la nación y el Partido Popular. Ambos partidos, PSOE y PP, —asustados por el auge de Podemos y Ciudadanos, han designado a dedo, olvidándose de la democracia interna, a los nuevos candidatos. El primero a Gabilondo que, aunque refrendado en un simulacro de referéndum, no cuenta con el suficiente respaldo; ni siquiera de sus compañero de partido. En Getafe, Gabilondo fue legitimado por 84 votos contra 3 de Zerolo. Apenas un 15 por ciento de los militantes se ‘mojaron’ en ese fraude democrático. En el PP, ni siquiera eso. Ordeno y mando. Se trata de acaparar el poder recurriendo incluso al fraude politico y electoral bajo una apariencia democrática en previsión de los malos tiempos que se avecinan. La pelea entre Esperanza Aguirre y Mariano Rajoy no ha terminado. El siguiente asalto, tras las municipales; quizás el último y definitivo, tras las próximas generales. Rajoy también podría salir con los pies por delante. El PP necesita la regeneración y la renovación regeneracional que propone, a primera vista, Ciudadanos.

Faltan por ajustar algunos flecos en muchos lugares como es el caso de Parla. Tras el alboroto producido por el encarcelamiento del alcalde José María Fraile, el nombramiento de la actual alcaldesa, Beatriz Arceredillo, sin el consentimiento ni la aceptación de sus compañeros de la Agrupación Socialista de Parla ni del Secretario General del PSM, se produce el efecto vacío. Desaparecido, y casi sin esquela, el malogrado Tomás Gómez, Arceredillo campa a sus anchas con la gestora regional designada por el jefe supremo, aspirando a la designación como candidata, mientras el que fue elegido en primarias, Pablo Sánchez, está amenazado por otro ‘dedo divino, en este caso el de Simancas, si no da un paso atrás. Siempre hay un dedo apuntando al destino de los de abajo aunque algunos clamen que ‘atrás ni para coger impulso’. Pero es solo de boquilla, para la galería. Algo parecido, o lo contrario, según se mire pasa en Leganés. El que parecía difunto (políticamente hablando), ahora ha resucitado por obra y gracia de las rocambolescas decisiones de los políticos. Aparece, aunque sea en la imaginación, la posibilidad de regresar; y con todas las consecuencias.

Dentro del estado de excepción que manifiesta la política española, quizás solo comparable a la producida por el desastre del 98, destacan igualmente la convulsa y agonizante disolución de Izquierda Unida y del que hace poco tiempo era el proyecto emergente de UPyD, la marea magenta de Rosa Díez, hoy pálida y desvaída. Es el fin de la preponderancia —y alternancia—de los partidos del ‘ancienne régime’. Los nacionalistas, sobre todo en Cataluña, está en proceso de descomposición y anticipando su propia metamorfosis o evolución. No es el fin del bipartidismo: solo transmutan las gentes hacia colores, banderas y emblemas distintos aunque con el mismo trasfondo ideológico.

Izquierda Unida es el prototipo o paradigma de grupo en desbandada, huyendo del peligro y del desastre de perder los pocos espacios de poder que ostentan. Son pequeños grupos, que en algunos casos podrían no ser capaces de completar las listas de candidatos sin recurrir al relleno insulso e insolvente de familiares, amiguetes y candidatos ‘fantasmas’ de otros municipios. Podemos, que se divisó inicialmente como el enemigo cercano, el ‘caballo de troya’ diseñado para su rendición, ha provocado la guerra sin cuartel, la escisión y la victoria del troskismo contra los socialdemócratas, leninistas o estalinista que componen la escasa tropa de IU. Mientras unos se han parapetado tras los muros de la coalición y las banderas rojiverdes, otros se han lanzado a la calle para ‘confluir’ o disolverse en el proyecto indefinido y disperso de Podemos. Los que han ganado en Getafe critican a IU de la Comunidad de Madrid y se alinean con el federal; los que han ganado en Leganés, se alinean con IU Madrid en contra de la federación del estado. IU Getafe quiere converger con Por Getafe; pero en Leganés no; los criticos de IU Leganés se presentan como Leganemos. Y así, en todos los pueblos. Es de locos. Lo peor del asunto es que solo está en juego el poder por el poder. No existe, apenas, representación social. Quince personas deciden quién es el candidato y quién, según las encuestas, será concejal con sueldo y ocupación. Compañero contra compañero, camarada contra camarada.

El el caso del partido de Rosa Díez, UPyD, ni siquiera eso. Son menos que los de Izquierda Unida y con un proyecto político fallido. Y no por su falta de convicciones o de programa. Solo por su estructura personalista y presidencialista ¡Como recuerda la marea magenta al verde CDS de Adolfo Suárez!

Sin embargo, el déficit democrático provocado por la inercia del sistema basado en la delegación absoluta de las decisiones a los grupos políticos y a los clanes que los controlan en cada momento. La falta de democracia interna de los partidos, como estructuras, que acceden al poder es una brecha que se antoja insalvable; a la apatía de los ciudadanos se une el desinterés de los políticos por ponerse cinchas. Los ciudadanos, en general, quieren que los políticos o los gestores de las administraciones lo hagan —como dice el eslogan de Juan Soler— con eficacia y honradez; mejores servicios y que sus impuestos se aquilaten. Evitar los dispendios y los gastos inútiles.

Hay que constatar que la mayoría de los candidatos que pretenden representarnos en las instituciones están avalados por una triste y escasa participación ciudadana. El candidato socialista a la alcaldía de Leganés fue ‘aclamado’ con 223 votos, apenas un 30 por ciento de los militantes del partido socialista en el municipio. Y en ese mismo rango, el resto de candidatos que se han sometido a escrutinio interno o que han dirimido en primarias las secretarías generales de IU, UPyD, PSOE o Podemos. 200 personas cuando más, a veces solo treinta, deciden tres, cuatro u ocho concejales. Si hay problemas en la sociedad, la culpa no es exclusivamente de los políticos, —ninguno de ellos ha venido de otro planeta—, sino de toda la sociedad. Si los ciudadanos no se implican, en algo más que votar cada cuatro años, esos pocos decidirán por todos. Y no querrán llevar hasta el final el cambio que la sociedad precisa.