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31 de diciembre de 2013

El calendario


Hoy, a punto de acabar el año,
—uno más—, he mirado el cuadernillo
con los días por venir.
Y he sentido un escalofrío.

Una sucesión de hojas en blanco,
solo con la fecha,
expectantes de un mañana ignoto,
pendientes, vertiginosamente vacías.
Ocupando turno para ser colmadas
con lo que pasará.
Esperando el futuro.

¿Qué nos depararán los nuevos días?
¿Qué afanes ocuparán las semanas y los meses?
Una a una,
cada una de las jornadas se llenará,
alegre de colorines,
de citas, garabatos, cuentas, dibujos, caricaturas, incluso poemas;
y asuntos siempre pendientes,
especulaciones,
que pasan de un mes a otro, de un año al siguiente,
en ayuda de la quebradiza memoria.

Casi, sin darnos cuenta, caducará de nuevo el calendario.
Raudo, fugaz. Sin contemplaciones.
Y nos alegraremos brindando por la oportunidad
de tener otro cuadernillo que rellenar.

Aunque en el fondo resuena la negrura y el miedo:
¿Cual será el día, la página, en  el que nada se escribirá?
Ni en los sucesivos.
¿Cuál la jornada sin objetivos ni resultados?
la última en afanes;
la primera en blanco;
el final.