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10 de junio de 2014

Unos gamberros de Leganés destrozan 40 árboles


¡Bárbaros!... ¡Qué daño les causarían los pobres e inofensivos arbolillos.

Vamos a ocuparnos de un hecho, cuyo conocimientos nos ha causado pena.

Tanto por lo que el hecho es en sí, cuanto por afectar a un pueblo cuya cultura tenemos recibidas fehacientes pruebas.

Pero nunca, ni en ningún pueblo, faltan salvajes, cuyos perversos instintos se evidencian con actos como el que vamos a referir.

Nos escribe uno de nuestros corresponsales:

"... Varios mocitos de Leganés, que regresaban de Getafe la madrugada del 30 de mayo, de ver los fuegos artificiales quemados con motivo de las fiestas de ese pueblo, tuvieron la mala idea de cortar unos cuarenta árboles nuevos, de los que se plantaron en la carretera que comunica ambos pueblos.

El infame destrozo tuvo lugar en los comprendidos en el término de este pueblo, y con tal motivo se instruye sumario en el juzgado de instrucción.

No es la primera vez que esto sucede, pero siempre se desconocía a los autores; y bueno será que alguna vez se siente la mano a esos valientes mocejuelos, pues de las diligencias que se han practicado, y de las noticias que nos hemos procurado, son muchos y conocidos los que figuran como autores del hecho."

Duro con ellos, que el día que veamos en presidio a unos cuantos enemigos de los árboles, la higiene de los pueblos y nuestra riqueza forestal, ganarán no poco.

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TEXTO: Noticia publicada en 'La Crónica de los Carabancheles. Periódico defensor de los intereses morales y materiales de estos pueblos y los del partido de Getafe'. Núm. 33. 5 de junio de 1898 .

ILUSTRACIÓN: Vista de Getafe. 'La Academia.  Revista de cultura hispano portuguesa, latino-Americana' .  Tomo IV. Número 7. 232 de agosto de 1878

1 comentario:

el moli de getafe dijo...

Esto de la tala de árboles sin sentido como afrenta es también un relato o leyenda que se remonta a los orígenes de Villaverde.

Parece ser que nunca hubo gran cosa aquí en cuanto a arboleda se refiere y que fue en sus principios zona de matojos y pantanosa.

De ahí el respeto que se tenía por los pocos enclaves arbolados, de tal modo que antes preferían aquellas gentes comprar leña a vendedores que la traían de otros lugares que esquilmar lo propio.

Por eso, ya digo que es lo que se cuenta, fue tan grande el insulto que hicieron las tropas francesas de Napoleón y José I al arrasar esos escasísimos lugares y sólo pensar en abastecer de combustible las fogatas de sus campamentos.