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8 de abril de 2013

De los escraches a la foto del enemigo público de Getafe



El otro día, por la tarde, regresé a casa en Metrosur. Había pasado la hora punta y eran pocos los viajeros, cansados, tristes y absortos, que volvían del trabajo o de buscarlo, de estudiar, o de cualquiera sabe qué ocupación y sitio. Inevitablemente, durante el trayecto, sin apenas ruido ni bullicio, escuché la conversación de dos muchachos detrás de mí,  un chico y una chica; tenían  un aspecto físico totalmente normal, vestidos sin llamar la atención, sin estridencias. El varón hablaba con una contundencia y una rabia que no se dejaba traslucir en el rostro ni el  tono de la voz, como investido tranquilamente de la razón suprema,  mientras muestra con toda crudeza el alma negra, siniestra, quizás chamuscada por una vida tan difícil como la que  ha tenido  desde que nació allá por los años noventa  del siglo pasado en el Hospital de Getafe. Total, dieciocho o veinte años espantosos, de una existencia penosa, trabajando de sol a sol desde que era  niño quizá, viviendo en un chalé de mierda, perdón de VPO en el Sector 3, sin zonas verdes ni polideportivos, sin transporte público, estudiando en algún colegio cutre, quizá en la Senda o el José Hierro,  yendo a la Universidad Carlos III para nada, sin futuro, ni expectativas; digo yo, irónicamente.

—Bueno, eso del Gandhi está bien colega, pero cuando hay que cambiar el sistema político la paz, el diálogo y la cordialidad no valen para nada. No nos deja muchas salidas. Si vas y haces una huelga de hambre para protestar contra algo, los que controlan llaman a los periódicos y les dicen: eso no lo saquéis. Y allí se pudre el desgraciado, su protesta y su no violencia. Hay que dar caña. No llegar a matar a gente, pero, sí dar duro, ser agresivos, implacables. A mí  me peta lo de los escraches, perseguir a los políticos, ponerles las orejas calientes en la puerta de sus casas; hasta me dan ganas de escupirles, de mearme en sus puertas. A ver si nos hacen caso al pueblo. Con la no violencia no se va ningún lado, no  tiene repercusión en los medios de comunicación. Hay que montar jaleo. Bulla a tope.

—Sí, pero ¿no hay una línea que separa tus derechos a  opinar distinto, a   manifestarte y a reivindicar y los derechos de los otros? Mira lo de Barcelona…

—Yo no estoy de acuerdo con eso. Quemar el starbucs con clientes y trabajadores dentro no está bien. Eso no es guay. Pero, una vez que se haya ido todo el mundo, cuando esté vacío, hay que quemarlo, claro… Habría que quemarlos todos.

—Pero es una empresa con más de 10.000 tiendas en y que da trabajo a más 140.000 empleados en todo el mundo; imagina las calles de las ciudades sin negocios, sin luces. Hay aspectos del capitalismo que hay que corregir, pero la destrucción y el vandalismo, los daños a las personas…

—Yo es que le tengo una manía al starbucs ese… Si se atenta contra algunos negocios o empresas es porque no son sitios de interés público. Además, su dueño es amigo de Bush y apoyó la guerra de Irak. No solo había que quemar todos los starbucs del mundo sino también la casa del tipo ese… Y, así, al igual que a ese, habría que pegarle fuego a los bancos, a las casas de algunos políticos, a la mayoría de los periódicos y a otras empresas vendidas al capital…

—Pero el dueño de starbucs se ha significado por algunas posturas progresistas como apoyar el matrimonio homosexual y creer en la libertad de elección de los ciudadanos.

—Eso forma parte de su estrategia capitalista.

—¿Aunque pierda clientes santurrones y le boicoteen asociaciones católicas o alcaldes carcas?

La conversación es real, no se trata de un diálogo ficticio inventado para introducir el artículo. Es un destello no del todo fiel, una transcripción memorística de una conversación en un vagón del Metrosur. Triste. Desolador. Pero habiendo sucedido, y quedando los interlocutores difuminados por el anonimato de las gentes que pasan fugazmente a nuestra lado y de las que raramente conocemos sus opiniones íntimas, extremas o cautas, hemos decidido la conveniencia de su relato como exordio al tema que pretendo abordar. Imaginará ese muchacho, o debería, a los que no piensa como él, a sus contrarios, quizás también jóvenes mohínos y enfurruñados, de su misma generación, pero en otro bando ideológico opuesto, dispuestos a la contra, a golpear a sus “enemigos”, a pintarrajear las casas de los políticos o sindicalistas de distinto signo, a hostigar sus lugares de reunión, a sus amigos, incluso prendiendo fuego a la casa de sus padres donde aún vive sin perspectivas de emancipación. Unos, desordenando mediante la violencia;  y otros, poniendo orden con el mismo instrumento. Qué desbarajuste de país [de humanidad] este, siempre abocado al esperpento y a la lucha cainita. ¡Qué barbaridad!

Empiezo a divagar. Y no es mi pretensión. De la anécdota, además de la violencia contenida, del odio de clase inimaginable por su carita angelical, nos interesa la palabra de moda y lo que significa como herramienta política. Escrachar.

La palabra escrachar, recogida por el diccionario de la Real Academia como forma coloquial  americana (Argentina y Uruguay), significa romper, destruir, aplastar, y también fotografiar a una persona. El escrache, además de la acepción verbal,  es el apelativo  que recibe desde hace años una forma de protesta que se hizo popular en Buenos Aires y otras ciudades de aquella nación americana contra la impunidad de los militares acusados de torturas o genocidio indultados por el gobierno de ese país meridional.

Dicho de otra manera, en términos políticos es un método de “acción directa”, lo que significa renunciar a la representación delegada en partidos políticos, asociaciones o sindicatos; es una muestra [presuntamente] espontánea de la energía autoorganizada de un colectivo y es utilizada sobre todo por grupos minoritarios anti sistema, anarquistas, autogestionarios, movimientos ocupas y plataformas reivindicativas.  La principal táctica de la central sindical anarquista está basada en este principio: “la solución de los conflictos que surjan, ha de ser lograda por los individuos afectados sin intermediarios”. 

A primera vista podría parecer una reacción contra las tropelías y los abusos del poder. Sin embargo, la práctica contradice esa afirmación. Se trata de señalar públicamente a los [presuntos] responsables de la injusticia,  aunque en realidad, solo en un sistema democrático como el que se critica es posible la práctica de ese deporte [el escraching] por ciudadanos normales sin el respaldo del poder. El problema se plantea porque en la práctica son ejercicios de acoso e intimidación personal, incluso frente a los domicilios particulares, haciendo una presión intolerable contra el  objetivo y su entorno.

Los escraches no son una herramienta exclusiva de los movimientos reivindicativos y anti sistema sino que en algunos ocasiones, más de las que parece a primera vista, han sido utilizados por el poder para señalar y asustar al disidente ideológico. El escarnio público, en su versión más castiza, fue utilizado durante la guerra civil española, y los primeros años de la dictadura franquista,  para  “manchar” y “mostrar con una diana” a los simpatizantes de la república. En la Alemania hitleriana, los nazis empezaron por “escrachar” a los judíos para seguir  marcando a gitanos, homosexuales, lesbianas y mendigos; y más tarde, acabar físicamente con la mayoría de ellos.

En la Cuba de los años 80 del siglo pasado, era el régimen comunista el que utilizaba los escraches contra los pocos opositores que se atrevían a dar la cara o contra personas que sin tener una especial intención política mostraban un grado visible de desapego a la revolución castrista. Los escraches caribeños pretendían, como en una singular “marcha del pueblo combatiente”, “acabar” con la “gusanera”, como se denominaba al conjunto de isleños que habían perdido la categoría de ciudadanos de primera, incluso de personas normales, por su condición de disidentes, de apáticos comunistas, de estudiantes tachados de contrarevolucionarios o de sencillos guajiros ansiosos del resultado del bombo de la embajada americana y el correspondiente premio en forma de sello en el pasaporte que les permitiese el exilio,  la emigración o la reunificación familiar en  Miami o cualquier otro destino de la diáspora cubana.

Las violentas manifestaciones delante de las casas de las infelices “lombrices imperialistas”, con los reglamentarios y casi obligatorios lanzamientos de piedras, tomates, huevos y otros objetos, tanto contundentes como humillantes, constituían en sí una primera forma de tortura y señalamiento público, periodo previo a la exclusión social total. Los escraches delante de las casas, como amenaza física palpable, eran el principal, y único, argumento de los comunistas cubanos contra la disidencia ideológica, contra los que llevaban vaqueros, contra los que creían en Dios, contra los que, a hurtadillas, guardaban algún dólar [un año de cárcel por cada dólar] para comprar leche o un bistec en el mercado negro, aunque esos terribles delitos se cometiesen sólo algunos meses antes de que el gran timonel de la mayor de la Antillas legalizase el curso de la moneda americana, al poco de caer el muro de Berlín y que el “traidor” Mijaíl Gorbachov declarase la famosa perestroika, la reconstrucción rusa que acabaría con las dádivas y los donativos interesados de los rusos y, por tanto, de la abundancia y el bienestar social en la isla caribeña.

No podemos evitar un estremecimiento, y el vello erizado de pavor, por la atrocidad y la crueldad de esas protestas, como  ejercicio supremo de autoritarismo, desprovistas de humanidad,  notificación multitudinaria de la sentencia  condenatoria y de correspondiente castigo sin juicio alguno; violencia que hiere a los “marcados”, pero también a las familias y a sus amigos, incluyendo a inocentes. Tanto los regímenes autoritarios como los grupúsculos anti sistema limitan los derechos humanos de los señalados. Se olvidan, deliberadamente, que la libertad del individuo termina donde empieza la del otro, o la de los otros, aunque no compartan la opinión  o estimen criterios diferentes de organización política y social.  Lo mismo que tú, a la fuerza, es sinónimo de dictadura; antónimo de libertad; lo contrario de justicia.

El respeto al disidente, al discrepante, es primordial no solo en la política, —hablamos claro está en democracia—, sino en  todos los aspectos de la vida. Cuando algunos iluminados, creídos de ser portadores de la verdad,  quieren imponer su luz, su pensamiento y su voluntad por la fuerza, o con actos no exentos de una gran violencia psíquica, si no moral, a veces física, y siempre con agresiones verbales, no solo pierden la razón sino que hemos de sospechar que seguramente nunca la tuvieron.

En los últimos días, los escraches se han puesto de actualidad en España como herramienta punzante de protesta de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH), uno de los inevitables brotes que se han ido desprendiendo del extenuado  movimiento 15 M, actualmente en proceso de desintegración en grupitos más pequeños, corporativos, categorizados y especializados; y que en algunos casos,  los que están formados por funcionarios, que viven y navegan a costa de la administración pública, se han denominado mareas: blanca, verde, azul, negra,… Y así hasta completar la cajita de pinturas de los colectivos cabreados.

No pretendemos, con este artículo, centrar nuestra opinión en el problema que suscita la nueva moda del escrache. Los afectados por las hipotecas, al igual que otros colectivos perjudicados por la crisis como los jubilados, los parados, los autónomos, los pequeños empresarios, los funcionarios, los que aún tienen trabajo,  sufren la tensión de una situación crítica a la que el gobierno debería prestar especial atención, claro está, aun valorando las dificultades que conlleva la falta de recursos. Creer firmemente que el estado ha evitar la exclusión social de familias con problemas económicos, y obviando las cláusulas abusivas, no es óbice para subrayar que los afectados por la hipoteca, son un colectivo que ha dejado de pagar algo que deben, que firmaron voluntariamente, sin coacciones. Al contrario que miles de familias que cumplen con los compromisos económicos contraídos, aun con dificultades. Sin embargo, en caso de la vivienda, como en otras infraestructuras y sectores, España lleva  una ventaja muy importante con respecto a otros países del sur de Europa. No sería difícil dar soluciones al derecho constitucional a una vivienda digna a las familias con riesgo de exclusión social. A los que le “echan morro” o que fueron más listos que nadie, que se vayan de alquiler. Y que paguen; de lo contrario, estará perjudicado a otro, sea un particular o el estado, es decir la suma y resta de todos los contribuyentes.

La ingente cantidad de viviendas disponibles o vacías, la mayoría en manos de entidades nacionalizadas, saneadas con dinero público, o semipúblicas, como el llamado banco malo, un invento contable para sanear los bancos a costa del dinero  público, podrían conformar un gran parque de viviendas en alquiler destinado a los que pierden la vivienda por circunstancias sobrevenidas. Al menos durante los próximos diez años. Luego, ya se verá.  Nadie niega, y menos tras el dictamen de la justicia europea, que algunas de las condiciones de las hipotecas españolas son abusivas; pero no digamos que la culpa es solo de  las entidades financiera que concedían mucho más del 80  por ciento del valor de tasación, algo que en el futuro, no volverá a suceder, impidiendo a otros jóvenes cumplidores y ahorradores el acceso a la compra. Y veremos, en pocos años, cuántos echarán de menos, y serán muchos, esas condiciones ahora en entredicho; y la mayoría no podrá llegar, ni querrán siquiera oír, las que proponen y estipulan en la Europa más rica.  Tiempo al tiempo. La dación en pago solo puede suponer un endurecimiento de las condiciones para acceder a los créditos hipotecarios. Habrá que aportar, seguramente, más del cincuenta por ciento del valor de tasación de la vivienda. Y eso, significa en la práctica que ya se cobran por adelantado los intereses de mora, los abogados, procuradores  y el resto de gastos que se originan con el impago de un préstamo.
Miles de españoles, a pesar de las cláusulas y condiciones leoninas de los bancos, suspiraban por suscribirla, e incluso al ser advertidos de algunas discordancias o chirridos preferían recriminar al que daba el consejo y firmar agradecidos al banco; aunque las cuotas de la hipoteca parecieran cuesta arriba, sin ahorros, y sin capacidad de hacerlo, que es peor.

Se han escriturado miles de viviendas con esas hipotecas abusivas al calor del negocio de los bancos,  la codicia de los vendedores, —que no  eran extraterrestres ni solo promotores sin hígado.  También eran miles los particulares, como los padres del chico del principio, los de su amiga,  su tío o cualquiera de nosotros— los que se aprovechaban de la ignorancia de los “pobres” compradores y, por qué no decirlo también, no exentos en general de una buena dosis de codicia; la irrenunciable ambición del propietario español. Miles de hipotecas con préstamos superiores  al cien por cien del precio de tasación, lo que resultaba —a fin de cuentas— mejor que un alquiler, quién lo dudaba en aquellos felices años 2004, 05, 06, 07...  El IVA o Transmisiones, la plusvalía y todavía quedaba para los muebles y, casi, para el coche. ¡Ignorantes y lelos eran aquellos otros miles, y sus parejas, empeñados en ahorrar mes a mes, año tras año, para adquirir una vivienda!  Su vivienda. Luego, ya lo conocen todos, zas; y se acabó. Explotó la burbuja en la que estaba metida toda la sociedad.

 Sin embargo, ahora se está [o se estaba] en disposición de dar soluciones al derecho constitucional a la vivienda. Y así lo ha indicado la propia Defensora del Pueblo, al sugerir que se utilicen las viviendas protegidas vacías para tal fin. Bien. Ahora hace falta que el gobierno deje de mirarse el ombligo para no ver el latrocinio de sus extesoreros o quiera remediar ventilando las miserias de los otros, y se ponga a solucionar los problemas más acuciantes de los españoles. El trabajo. O, por lo menos, intentarlo.




Los escraches en Getafe

La situación de desgobierno y caos social que impera en la mayor parte del país, no tiene en Getafe la virulencia que en otros lugares de la geografía española; debido, quizás, a que la mayoría de las hipotecas firmadas en los últimos años estaban destinadas a la adquisición de viviendas en desarrollos urbanísticos de vivienda protegida como Arroyo Culebro o El Bercial; y que el resto, las de las Margaritas y la Alhóndiga, se  han quedado vacías, tras la desbandada de los inmigrantes que las compraron alegremente a los que se mudaban a los nuevos barrios. No ha habido tiempo ni para entregar las llaves.  Hay que considerar que el Ayuntamiento de Getafe ha sido el primer ayuntamiento de la Comunidad de Madrid en crear  una Comisión Antidesahucios.

Según las estadísticas hechas públicas, esa comisión municipal  ha atendido unos cien casos;  se han parado 6 desahucios y veinte familias han recibido ayudas directas desde los Servicios Sociales. Por su parte la PAH de Getafe ha presentado en los juzgados unas 50  solicitudes de nulidad de desahucios. En total se podría cifrar en unos 150 casos aproximadamente. Una cifra exigua si se compara con el total de las trasmisiones de viviendas realizadas en los últimos años. Desde el año 2005 se han  escriturado entre 15.000 y 20.000 viviendas entre las de segunda mano y las construidas en el centro urbano y en los desarrollos de El Bercial, Los Molinos y Buenavista.

Los pocos casos producidos han dejado entrever un magro y descarnado movimiento de afectados por las hipotecas; un conflicto provocado por unos pocos activistas antidesahucios” forjados al calor del Movimiento 15 M de Getafe, preocupados por la pureza anarquista de sus asambleas, atenazados por su odio al empresari@,  orgullosos de su  desinterés por el trabajo, contra la propensión al esfuerzo, al ahorro,  y demás vicios de la sociedad de consumo capitalista.  Y si ha habido noticias sobre el colectivo ha sido, no por su labor social o por su función solidaria, sino por sus peculiares escraches.  Y no quita, lo que opinamos, para pensar que existan integrantes con verdaderos sentimientos de humanidad y solidaridad, sin intereses políticos ocultos.

Pero, como decíamos antes, algunas “acciones directas” adoptadas por esos grupitos de personas, activas  en la “propaganda” como un pequeño enjambre  intentando hilar una gran tela de araña digital que magnifique un problema con apenas incidencia en Getafe. En las últimas semanas se ha asistido en el pueblo al señalamiento, casi lapidamiento, de dos de las concejalas del Partido Popular, Teresa Rodríguez y Mirene Presas, mediante la exhibición de pancartas con los rostros de las  ediles “escrachadas” rodeadas por el lema “enemigo público”. El asunto llegó al Pleno de la Corporación. Los grupos del PP, UPyD  y el concejal no adscrito aprobaron una moción que condenaba esa exhibición.

La sorpresa es enorme por el voto en contra del PSOE y de IU. No somos nosotros los que estamos estupefactos o atónitos. Son estas dos formaciones políticas las que deambulan por la vida pública de Getafe sin apenas criterios lógicos ni ideológicos para hacer contrarrestar la acción de gobierno. Tantos años en el poder que no saben hacer oposición. Sobrepasados por el trabajo y la actitud de UPyD, andan a tumbos como los borrachos, sin criterio, inconscientes, concentrado en sus peleas internas sin tiempo para los problemas actuales de Getafe.

 No podemos evitar dar marcha atrás en la historia reciente de este municipio cuando la acción política, social y las protestas contra las decisiones del gobierno municipal eran frecuentemente censuradas, disueltas, multadas, silenciadas ¡Qué poca memoria tienen estos dos grupos políticos y sus ediles! Apenas han pasado dos años y ya no se acuerdan de  nada.

Getafe ha sido desde siempre un semillero de la protesta. Y la vivienda, además de los asuntos políticos o sindicales, ha sido uno de los asuntos que  más controversia y disputa ha generado en el municipio. Y sobre todos ellos, el asunto PSG que llevó por el camino de la amargura al gobierno municipal PSOE-IU, al exalcalde Pedro Castro, al malogrado [políticamente] exconcejal de urbanismo, el socialista Santos Vázquez, y al fallecido portavoz de IU, Ignacio Sánchez Coy; el ayuntamiento  hacía aguas. Los cientos  de cooperativistas [unos 1.800], sus parejas, sus padres, tíos y hermanos recorrían las calles alentados por el  gestor de la empresa PSG y los consejos rectores de las cooperativas. Amparados en la presunción se estar en posesión de la verdad en contra de los políticos que según ellos les habían expropiado e impedido ejecutar las viviendas que añoraban. Todos ellos se habían erigido en protagonistas de una cierta lucha moral, en una epopeya inmobiliaria contra los gobernantes de aquel entonces con pocas probabilidades de un buen final.

Finalmente las protestas de “las hordas” de la PSG se dirigieron, como pioneros en España de los escraches, a los domicilios del alcalde Pedro Castro y del propio portavoz  de IU y exconcejal delegado de Vivienda, Sánchez Coy. Las manifestaciones llegaron ruidosamente frente a la tienda de la hija del portavoz de IU, reventó plenos, mítines, reuniones del alcalde y un largo etcétera…  Resultó una época convulsa en la que las propias quejas de los miembros del gobierno municipal del PSOE y de IU hacia estos actos eran la prueba evidente de su corrupción, según los manifestantes claro.

David Moreno fue advertido, no solo por nosotros, de la inconveniencia, la contraindicación, la incongruencia y la falta respeto de  tales manifestaciones en los domicilios particulares. Hizo caso omiso a los consejos; en este y otros temas.  Con el tiempo, y como ya se sabe, de aquellos polvos, estos barros; resultando imposible convertir en realidad los sueños de los mil ochocientos cooperativistas y sus aproximadamente 1.800 parejas, aun creyendo en la posibilidad de torcer la voluntad popular del ayuntamiento pleno, y del resto de cooperativas y promotores que asumieron que los dos sectores en litigio, Los Molinos y Buenavista , se desarrollarían por expropiación y se gestionarían por un Consorcio Urbanístico de titularidad pública, se volvieron contra el inductor de los escraches a los concejales del gobierno municipal de Getafe. David Moreno se quejó de que se manifestaron en su domicilio en la calle Horno, delante de su mujer y de sus hijos; se mudó de Getafe a El Escorial. Y hasta allí, en la sierra madrileña, se trasladaron las protestas y los cooperativistas con sus pitos y sus cencerros y que otrora escracharan a Pedro Castro y a Sánchez Coy. El que a hierro mata, a hierro muere. ¿No?

El nuevo movimiento escrachístico getafense ha optado, desde su ínfima magnitud, por señalar a las dos ediles del Ayuntamiento  citadas. Desde una  especie de “frentepopulismo” organizado gracias del río revuelto, algunos colectivos han intentado jutificar la acción amparándose en una  reivindicación antirrepresiva, y  considerando las imágenes como consignas ideológicas en sí mismas, descartando tranquilamente su perfil violento.
 
¿Qué significa, en cualquier lugar del mundo, la calificación de “enemigo público” junto a la foto del personaje? No hace falta extenderse demasiado para percibir que esa marca es la que confiere la posibilidad de perseguir vivo, y a veces muerto, al narcotraficante o al delincuente que ha destacado por la gravedad de sus robos, violaciones o asesinatos.  ¿Qué personas están de acuerdo en que concejales democráticamente elegidos resulten “encasillados” en esa nueva categoría?.

Solo falta la pancarta del “enemigo público número uno” con la foto de quien parece único candidato, refrendada y amparada por el aplauso mediático  del movimiento de agitación y propaganda de los socialistas getafenses.  Al periódico Getafe Capital que ha decidido destacar informativamente el movimiento antidesahucios y los escraches fotográficos de las ediles, se han sumado las llamadas redes sociales desplegadas por el  escaso ejército de Pedro Castro con artículos y comentarios anónimos en algunos medios digitales; el movimiento también está potenciado la asociación de vecinos filosocialista de El Bercial [ANuBER] y por la revista [elbercial.com] que edita con la entidad [¿empresa o partido político?] Civis, Eventos y Comunicación (Plataforma Ciudadanos de Villaverde), con el correspondiente  facebook y twiter de la revista, de la asociación y de su presidente… ¡Cuánta artillería para tan poco ejército! Es curiosa la imagen que incluimos al final de la revista vecinal.  A la par destacan en la portada las acciones de la PAH y anuncian abogados que por 750 euros llevan procesos de desahucio. Son las contradicciones entre la ideología anarcosocialista y el deseo por vivir del capital y la publicidad.

Sin embargo, el corazón de las protestas y la plataforma antidesahucios de Getafe nos lleva hasta el movimiento 15M de Getafe, a colectivos anarcos como el “CBA El Colegio”, “Abriendo Puertas” (CGT), “Aranea” o el grupo “Antinazis de Getafe”, y poco más. Para arropar tan escasa representación se lucha con denuedo en internet: cuentas de twitter anónimas bajo nombres como “prensa Getafe”, el blog “Getafe vecinal, periódico Asambleario y Autogestionado”con cuenta en twitter  y facebook  (cuyo logotipo es la cara de Teresa Rodríguez, una de las ediles del PP, bajo el lema de “enemigo público”.

Lo de los grupos anarcos con su estrategia revolucionaria de fin del mundo organizado es lógico. Lo que no es comprensible es la actitud del PSOE y de IU; más del PSOE. Al desconcierto y la inexperiencia en la oposición se suma la falta de liderazgo de la secretaria general, las maniobras del exalcalde por seguir en la palestra de los socialistas getafenses a costa, incluso, de destrozar a su minúsculo ejército de fieles lanceros apoyando iniciativas y grupos ideológicos que nada tienen que ver con la socialdemocracia y que a él mismo le han catalogado de represor y fascista.

Qué pronto se han olvidado los ediles del PSOE e IU de cuando eran víctimas de los escraches; o mejor, qué fácilmente se olvida la historia si ello vale para aprovecharse del momento político. El “frentepopulismo” contra  las “derechas”, y viceversa, es un riesgo permanente en España. No se nos ocurre, si  la hay,  forma de acabar con ese rencor inmemorial, incluso si es necesario aliarse con grupos de ideologías antipáticas como puedan ser el anarquismo y el comunismo [por decir algo], aunque sería mejor incluirles juntos bajo el epígrafe de socialdemócratas todos, aunque adscritos a distintas  “internacionales obreras”. ¿Quién es comunista aun hoy?¿Comunistas con el refrigerador lleno, como dicen el Cuba?

Lo extraño, es que la memoria de algunos sea tan exigua, tan escasa, y tan corta. Hace poco que ocurrían aquellos sucesos que tensionaron la vida pública getafense como nunca antes había pasado, incluso desde los peores e incipientes días de la última etapa  democrática que vive nuestro país. Ha faltado [nosotros la hemos echado de menos] la voz clara de Pedro Castro, de Sara Hernández, de José Manuel Vázquez, ya que la de Sánchez Coy no podrá oírse, en contra de este tipo de prácticas profundamente vergonzosas, antidemocráticas. ¿O están de acuerdo en escrachar a ediles de la misma corporación, aunque otro día les toque a ellos?

En realidad, todos estos sucesos no pasan de ser una versión getafense y canalla de la agitación y propaganda de siempre. Un vodevil marginal. Una acción directa obscena, falsamente antirrepresiva, intolerante, difícilmente creíble, y como dice el alcalde, ligada a las prácticas de la kale borroka en Euskadi. La diferencia es que allí, en el País Vasco, el señalamiento era la  advertencia de la lucha callejera previa al tiro en la nuca. Aquí, de momento, mientras que al muchacho del principio no le dé la neura anti-no-sé-qué y queme la casa de alguien, vamos bien… Pero cuidado.


3 comentarios:

Angel L. dijo...

Me parece que hablando de Getafe podría ser más realista. El ex-alcalde Pedro Castro (que tampoco es ningún santo) advirtió soberanamente por activa y por pasiva que la gente no diera dinero a nadie que no estaban adjudicadas las parcelas, PSG se aprovechó y la gente pecó. Eso en primer lugar.
En segundo, decirle que el único kaleborrista aquí es usted y la gente como usted que lo único que sabe hacer es echar mierda sobre grupos sociales que defienden los derechos de los ciudadanos, es una pena que usted tenga dinero para pagar sus (posibles) deudas y hasta que tenga para ir a comprar o si no a cenar con el dinero que amablemente se ha gastado nuestro alcalde en "representación" pero hay mucha gente que lo está pasando mal, no solamente los desahuciados tambien los que no tienen más que para pagar la puñeterea hipoteca aunque no tengan para comer solo para que no les quiten el lugar donde duermen con sus hijos.

Unknown dijo...

Gracias por tu comentario. A lo mejor te has olvidado de lo que pensabas hace solo tres años:
[...]
3ºTal y como propuso Rubalcaba a su llegada al ministerio de interior y luego le callaron la boca, poder despedir a funcionarios si se cumplen varios condicionantes como son la productividad, asistencia al trabajo, puntualidad, etc, etc, como en cualquier empresa vaya.
4º Invertir más dinero en construcción publica, dejemonos de dar dinero a los parados y dediquemos ese dinero a construir carreteras, reformarlas, el AVE, etc, esto daria un monton de puestos de trabajo hasta que cambiemos el sistema de trabajo que no puede dedicarse a la construccion eternamente.
5º Exigir a la oposición que se calle la boca al menos durante 6 meses para poder trabajar en paz, que aprendan de Tomas Gomez en Madrid que no dice nada (ya peca, pero bueno). Seria bueno para el pais que no dijeran nada sobre la labor del gobierno, que no se preocupen que ya llegaran las elecciones y tendran tiempo de criticar pero joder es que no podemos estar crispados todo el tiempo leches, que solo han pasado dos años desde las elecciones y parece que han pasado ya los cuatro....
(del blog "La ruleta de la vida".
http://legnasiul.blogspot.com.es/2010/05/la-politica-en-mi-vida.html

HartoDeEstarHarto dijo...

Lo siento. No he podido terminar de leer el artículo. He renunciado en cuanto he percibido un tufillo anti-escrache.
.
Se puede estar en contra de quien "golpea" primero. Pero ¿cómo se puede estar en contra de quien sólo pretende defenderse de ese primer golpe?
El escrache no es violencia. El escrache es sólo una herramienta más de respuesta a la violencia política.
.
El "iracundo" pasajero del Metro no es el único que piensa así. Son miles las personas que están hartas de tanto aguantar. Y es un auténtico milagro que nadie haya decidido llevar a la práctica toda su rabia contenida. Es un milagro que la violencia política aún no esté siendo respondida con violencia social. Y si algún día sucediera, sería respuesta merecida por quienes golpearon primero.