Google+

7 de octubre de 2008

La hormona de la eterna juventud



Antes del verano tuve la suerte de asistir en Leganés a una especie de conferencia coloquio al aire libre sobre las antenas de telefonía. El acto, celebrado en el Anfiteatro Egaleo, bajo la "amenaza" de las antenas que asomaban desafiantes desde los tejados de la misma avenida de la Mancha, estuvo organizado por las Asociaciones de Vecinos de la ciudad vecina, y contó entre otras con la presencia y la intervención del profesor José Luis Bardasano, biólogo especializado en bioeletromagnetismo y auténtico polo de referencia en cuanto a la radiación electromagnética en nuestro país.

Bardasano realizó aquella tarde una explicación casi didáctica sobre la influencia de la radiación electromagnética en la vida de las personas basada en algunos de los últimos experimentos. Aprovecharemos su intervención, alguna entrevista y otras fuentes para hacer un par de reflexiones. Esta, en la que estamos, referida a la "luz", y otra, posterior, sobre el "sonido de la radiación". Una de ellas está referida a una hormona que se produce en el interior del cerebro, en una glandulita llamada pineal, y que está relacionada con el crecimiento y desarrollo de los jóvenes, con el envejecimiento, el cáncer y otros trastornos de las células y de la carga genética.

La glándula pineal, llamada así por su parecido con la piña del pino(del tamaño de un guisante se encuentra en el interior del encéfalo), es conocida también como “tercer ojo” (en ámbitos ocultistas), “asiento del alma” (R. Descartes) o "sexto sentido", es un auténtico reloj biológico, una glándula de glándulas, una especie de "central eléctrica automática del sistema nervioso". Está regulada por los ritmos vitales, esos que los expertos llaman circadianos, relacionados con el ciclo sueño-vigilia, día-noche, claridad-oscuridad; los ciclos circadianos ("circa die"), nos acercan a los ritmos de la naturaleza que provoca la rotación y traslación de la Tierra.

La glándula pineal está sincronizada con la luz solar y produce por la noche una sustancia denominada melatonina, que actúa como un potente antioxidante y anticancerígeno. También se la conoce como la hormona “de la eterna juventud” . Es inútil añadir más sobre la importancia de ese trocito de cerebro. Nos hace falta melatonina. También se cree que regula el inicio de la pubertad y el desarrollo de los niños en su paso a la adolescencia. Parece evidente a la luz de este hecho, que los niños y los jóvenes no deberían usar el móvil, salvo urgencia o excepción.

Y nos hace falta oscuridad para el ciclo de sueño. El problema de la luz [para el necesario ciclo de sueño] es que el haz lumínico tiene un pequeño espectro de radiaciones electromagnéticas como las que emiten las antenas de telefonía y los propios móviles. Cuando una persona está sometida continuamente a un campo electromagnético, tanto por el uso del teléfono móvil, como por la cercanía de alguna antena, es como si estuviéramos siempre con la luz encendida. No es bueno para dormir, ni para vivir, tener claridad o el resplandor de una bombilla luciendo permanentemente . Y claro está, si tenemos la suerte de no vivir cerca de una antena, no dejemos nunca el móvil en la mesilla de noche; esa mala costumbre "enciende" la luz del dormitorio provocando un resplandor maligno e iluminando la glándula pineal como si fuera una lamparita de noche, un faro o un candil.

Ilustración superior: Robert Crumb

-------------------------------------------------

Martes, 7 de octubre de 2008

21:27 horas


En el acuario

La rana está bastante tranquila. En las últimas horas prefiere estar lejos del móvil, en la otra punta del acuario, que aproximadamente tiene la superficie de una cuartilla. Si tuviéramos que apostar, diríamos que Juana sobrevivirá a la batería del teléfono, y por tanto al experimento, pero aún es pronto para decirlo.
-------------------------------------------------

<< Anterior . Posterior >>

No hay comentarios: