El pasado martes 23 de enero, día de San Ildefonso, las autoridades civiles y eclesiásticas, de Getafe y de la Comunidad, procedieron a celebrar "como Dios manda", la reapertura de la Catedral de La Magdalena; la liturgia católica se ofició como acción de gracias por el fin de unas obras de acondicionamiento que se han prolongado durante todo el milenio. Hasta la Virgen de los Angeles se había acostumbrado a venir de visita y tener que alojarse en el Polideportivo de los Escolapios.
El acto estaba previsto a las seis de la tarde. El alcalde espera a pie de calle. Junto a Pedro Castro se encuentran el primer teniente de alcalde, David Lucas Parrondo, tapado aún del candidato Sebastián, el resto de ediles del gobierno municipal, salvo dos de IU, los concejales del PP, el presidente del Getafe CF, como la sota de oros de su excelencia, incluso algunos Consejeros de la Comunidad de Madrid (Santiago Fisas y Juan José Güemes). Esperan al Cardenal Antonio María Rouco Varela, arzobispo de Madrid, a José María López de Andujar, Obispo de Getafe y a Esperanza Aguirre, presidenta de la Comunidad de Madrid.
En la plaza de la Magdalena hay una cierta expectación. La tensión entre el gobierno municipal y la oposición, cada vez mayor, se ha trasladado a la inauguración del templo. El PSOE actúa, como su viejo líder, falto de reflejos, haciendo oposición a la oposición. Inaudito. Incluso se había producido desde el ámbito digital una convocatoria con mensajes SMS y correos electrónicos de "fuerapedrocastro-ARROBA-ya.com" para organizar un alboroto con pitos y cacerolas. No parecía el momento más adecuado. Los instigadores de la algarada se guardan las octavillas debajo de los gabanes; tendrán que esperar a ocasiones más propicias para montar el bochinche.
El alcalde rebufa. Sus ojillos, como dos puñaladas, echan fuego y dejan traslucir el cabreo que le corroe. La oposición ha aireado en un folleto la escasa, o más bien nula, aportación del Ayuntamiento a los coste de reparación de la iglesia. Todo el dinero lo ha puesto la Comunidad de Madrid. Y piensa, a pesar de todo, el muy tacaño exigir explicaciones. ¿Se retrasa la Presidenta?
Cuando Esperanza Aguirre se baja del Peugeot 607, el público aplaude. El reloj de la torre de la Catedral marca las doce y cuarto. ¡Vaya! ¿Se habrán dado cuenta el resto de vecinos que llenan la Plaza de la Magdalena? El alcalde empieza a caminar hacia el interior mientras la presidenta saluda, da la mano y hasta besos a las vecinas. La señora Aguirre se mueve con la seguridad de un cantante de rock. Controla el escenario. Castro enrojece. La estatua del primer obispo, Pérez y Fernández-Golfín, asiste al espectáculo desde el interior del parterre recién acondicionado. Los operarios municipales arrancaron el día anterior los setos, quitado las cacas de perro, han extendido rollos de césped de verdad y plantado pensamientos con florecillas rojas y amarillas.
Ya en el interior de la iglesia, Castro –que ha pecado de ira- le espeta a la presidenta la política de comunicación de los concejales populares de Getafe.
- Hay que ver Presidenta el folleto que han repartido tus concejales.
- Pero, Pedro,.. ¿qué han puesto esta vez? -No es la primera vez que el primer edil getafeño se queja a Esperanza Aguirre del contenido de los panfletos de la oposición municipal.
- Según el Moreno ese que tienes aquí, el dinero para las obras lo ha puesto la Comunidad de Madrid... Dicen que "cero patatero"...
- ¿Zapatero dices? Mira alcalde,.. ¿y no es cierto?
- Pues entonces... El cardenal, el obispo y hasta los clérigos sin rango se santiguan (figuradamente); la cosa está que arde.
Pedro Castro amenaza a la presidenta con modificar su discurso y aclarar las cosas según su punto de vista; y Esperanza le dice que hable, que hable, que después de él va ella, y ya verá el alcalde lo que vale un peine. Está previsto, además del rito religioso, un tiempo para la reflexión, el relato del arquitecto director de las obras, los agradecimientos o, incluso, el discurso político e institucional. Esperanza Aguirre rehúsa; no es momento de clavar los verbos como estiletes, repartir adjetivos como polvo de pimienta y rociar aceite caliente de guindillas para los intereses del viejo. Es tiempo de agua bendita.
El alcalde se queda sin discurso, sin foto y con el rabo entre las piernas. Espe es mucha señora. Por enésima vez lo pone como un trapo; recientemente había tenido lugar en el palco del Getafe CF y en la inauguración del Corte Inglés de El Bercial. A Esperanza no le gusta la actitud soberbia y altanera del regidor; ni sus folletos millonarios, ni la política urbanística que ejecuta en beneficio de los ex concejales no éticos, ni sus mentiras.
Mientras tanto el Cardenal Rouco arrea de lo lindo de Alcorcón a Getafe. "Los mensajes hedonistas que reciben con tanta frecuencia los jóvenes, en los que se les ofrece una visión de la vida puramente agnóstica y descomprometida, les dejan inertes moral y espiritualmente, lo que deriva en los sucesos preocupantes de violencia de los que son protagonistas". ¡Hala! Ahora vas y lo cascas.
A la salida de la catedral, Esperanza Aguirre miró de reojo a la torre y comprobó, a la par que mostraba su sonrisa de pícara al numeroso público congregado en torno a la Catedral, que en Getafe seguían siendo las doce y cuarto. Después de casi siete años de obras nadie ha sido capaz de arreglar el reloj o de ponerlo en marcha. Al menos podrían haber disimulado y haber llevado las manillas hasta las 6.
Las dos cosas más importantes de la torre de una iglesia son las campanas y el reloj. Ninguna de las dos funcionan en la de Getafe. El ruido de un timbre eléctrico (electro-mazo) interpreta y falsifica el bello sonido de las auténticas y magníficas campanas de la Catedral de Getafe. Y aunque las campanas voltearan, que no lo pueden hacer, no podrían anunciar las horas. Sólo a las doce y cuarto. Es posible que nadie haya pensado en esos pequeños detalles a la hora de hacer el proyecto. Desde luego, es posible; y tiempo han tenido. El arquitecto lo olvidó en su discurso. Seis años parado es mucho tiempo, incluso, para un reloj.
Señora Presidenta, anote si fuera posible nuestro ruego; hace falta un poquito más de dinero para arreglar el reloj y las campanas de la Catedral de Getafe. Para que lo disfruten los fieles y los vecinos. Aunque el señor Alcalde prefiera gastarse el dinero de todos en otras obras. Y que no tarden otros siete años.
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