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24 de abril de 2009

La autoestima y los derechos de autor



Durante su primera consulta, el psicólogo le pidió a mi hijo de cuatro años que pintara un castillo. La torre del homenaje y las almenas, como los dientes de un viejo, desbordaron el papel. Exceso de confianza y autoestima, -diagnosticó de un simple vistazo, -se sale de los márgenes establecidos. Es preciso fijarle con claridad los topes o límites, la linea divisoria que no se debe traspasar… las..

-Dame el dibujo, -le exigió con autoridad el doctor, -dámelo.

-No. El dibujo es mío, -le contestó el niño, alejando su creación de las manos del especialista mientras empezaba a refunfuñar, como amenaza de que aquel asunto podría acabar, sin lugar a dudas, en una de sus escandalosas “perras”.

-¿Ha visto? Está comprobado, –me interpeló el doctor con un cierto tono de reproche, –de vez en cuando, el mejor remedio, aunque parezca mentira, es un azote a tiempo. ¿Qué piensa de la actitud que acaba de mostrar el niño?, -volvió a requerir el terapeuta fijando su mirada introspectiva en mí.

-Pues, que… la criatura tiene razón. El dibujo lo ha pintado él. Es suyo.

El terapeuta mostró con un gesto ambiguo una cierta decepción ante mi respuesta, a su parecer errónea. Un silencio fugaz, casi imperceptible, resolvió la consulta y nos despedimos hasta la siguiente cita.

Desde entonces, nunca más he vuelto a la consulta de un psicólogo.

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